Agua, ¿del grifo o de botella?

Aunque ya estamos en el final del verano sigue haciendo mucho calor y necesitamos refrescarnos e hidratarnos constantemente. Así que hoy vamos a hablar de AGUA, concretamente de agua embotellada. Os contaré por qué el agua del grifo es la opción más saludable (además de sostenible), y empezaremos a hablar de contaminantes hormonales: qué son, qué efectos causan en la salud, cómo identificar los productos que los contienen, y cómo encontrar alternativas más seguras y sostenibles.

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Gracias a las campañas de marketing asociamos el agua embotellada al agua más saludable, de mayor calidad, e incluso la consideramos una opción sostenible. Pero nada más lejos de la realidad:  su consumo supone una gran carga medioambiental (el mejor residuo es el que no se genera) y además este agua tiene una cara menos conocida asociada al consumo de tóxicos de la que vamos a hablar aquí. Que a nadie le asuste el vocabulario técnico que voy a emplear en este artículo, prefiero utilizar los términos adecuados para facilitar la búsqueda de más información después.

Las botellas de agua están fabricadas de un material llamado PET, tereftalato de polietileno, un polímero termoplástico que en principio no supone ningún riesgo para la salud ya que está formado por moléculas muy grandes que no son solubles y que no pueden migrar al contenido del envase, en este caso el agua.

Para conseguir que los envases de PET tengan las propiedades deseadas (dureza, facilidad de conformado durante la fabricación, color etc), se añaden unas sustancias llamadas aditivos. Estas sustancias son solubles y de pequeño tamaño, y sí pueden llegar a migrar al agua y resultar tóxicas al comportarse como contaminantes hormonales, o lo que es lo mismo, disruptores endocrinos.

Disruptores endocrinos

Los disruptores endocrinos, contaminantes hormonales, o EDCs (siglas en inglés para Endocrine Disrupting Chemicals), son sustancias químicas que una vez dentro del organismo alteran el sistema hormonal, responsable de muchas funciones vitales como el crecimiento o desarrollo sexual. Nuestro cuerpo no sabe cómo degradar estas sustancias porque no está diseñado para ello, así que se quedan acumuladas en nuestro cuerpo durante décadas, y son transmitidas a nuestra descendencia a través de la leche materna. Es lo que se llama «la carga de enfermedad para el siglo XXI».

Dosis muy pequeñas de estas sustancias son suficientes para interferir o alterar la acción natural de las hormonas, que acaban enviando mensajes confusos a los órganos específicos, provocando alteraciones morfológicas, en el crecimiento, la reproducción, el desarrollo y la conducta. Los disruptores endocrinos afectan al sistema nervioso (cognitivo), la salud reproductiva (problemas de fertilidad y pubertad precoz), causan cáncer en órganos dependientes de las hormonas, como cáncer de mama, tiroides, testículos o próstata, así como obesidad, diabetes y problemas cardiovasculares.

Cuando todo esto sucede en etapas tempranas de desarrollo, (gestación, bebés y niños), las consecuencias son más graves, pues estas señales confusas modifican su desarrollo normal y pueden causar enfermedades y disfunciones en un futuro. Madres embarazadas, bebés y niños son los grupos más vulnerables y en los que habría que minimizar los riesgos reduciendo al máximo la exposición a estas sustancias.

Por desgracia, los EDCs están en muchos alimentos y productos cotidianos, y es prácticamente imposible escapar de ellos por completo. En este artículo os daré las primeras claves para empezar a identificarlos y así empezar a reducir la exposición a ellos. Nos centraremos en los envases de PET para bebidas y comida para empezar.

No te fíes de los envases «BPA free»

Los EDCs que podemos encontrar en el agua embotellada son principalmente los ftalatos, y el bisfenol A o BPA. El BPA es el más famoso, por su actividad incluso en muy bajas concentraciones que están permitidas por las regulaciones europeas, y por ello ha sido sustituido en la mayoría de envases. Sin embargo esto no debería tranquilizarnos, porque el envase seguirá teniendo otros EDCs, ftalatos principalmente, y el aditivo que se utiliza para sustituir al BPA, BHPF, también es un EDC.

Identificación de los plásticos

Existe una codificación creada por la SPI (Sociedad De la Industria de Plásticos) para facilitar el reciclaje de los plásticos que podemos utilizar para identificar los plásticos de los envases. Hay 7 categorías:

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El PET tiene el código de identificación de plásticos número 1 (PETE), y como ya hemos comentado contiene aditivos que son tóxicos y que pueden migrar a los alimentos. Este es el material de las botellas de bebidas, pero también de las bandejas de alimentos.

Las categorías 2, 4 y 5 son las más seguras, y las únicas que podríamos usar para transportar bebidos o alimentos (aunque hay otras opciones más sostenibles). La vajilla infantil de IKEA, por ejemplo, es de PP (polipropileno). Las botellas de leche, y también de los champús etc, son de HDPE (polietileno de alta densidad). Y las bolsas de 1 solo uso, los envases de yogures, las pajitas, etc son de LDPE (polietileno de baja densidad).

Las categorías 3, 6 y 7 son las que siempre deberíamos evitar: 3) cloruro de polivinilo (PVC o vinilo); 6) poliestireno (PS); 7) otros, incluyendo materiales elaborados con más de una de las resinas de las categorías 1 a la 6. Ya hablaremos más adelante de estas categorías.

Empieza a reducir el consumo de tóxicos

En el caso de las botellas de agua, los principales factores que ayudan a la liberación de los tóxicos en el agua son el tiempo y la radiación, por eso se aconseja no reutilizar las botellas ni dejarlas al sol. Los fabricantes de botellas ya nos advierten en el etiquetado:

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Aunque sin duda la manera más segura que tenemos para evitar la exposición a estas sustancias es tomando agua del grifo.

Sería mucho más saludable y sostenible exigir a nuestros ayuntamientos invertir en agua de más calidad en lugar de gastarnos nuestro tiempo y dinero en comprar agua embotellada, que además de ser mucho más cara supone un riesgo de exposición a tóxicos del todo innecesario, por no hablar de los daños mediambientales. Ahí lo dejo 🙂

Y para terminar, estos son unos cuantos consejos para empezar a reducir la exposición a tóxicos provenientes de los envases de PET:

1. Consume agua del grifo en lugar de agua embotellada siempre que puedas. Si el sabor del agua del grifo no te gusta, puedes añadir en la jarra un chorrito de limón para mejorar su sabor.

2. No reutilices los envases de las botellas de agua.

3. Si usas agua embotellada, no la dejes en el coche ni cerca de fuentes de calor o luz solar. Consúmela lo antes posible y tírala si dudas. 

4. Para transportar agua fuera de casa la mejor opción son los envases de acero inoxidable. Aunque no soy muy amiga de los plásticos, también puedes usar envases de HDPE (Polietileno de alta densidad). El vidrio también es una buena opción, aunque es más frágil y se puede romper.

Júlia y yo no nos separamos de nuestra botella de Klean Kanteen (la puedes encontrar en la Ecocosmopolita). Es de acero inoxidable de calidad alimentaria, así que no altera el sabor, se lava muy fácil, puede meterse en el lavavajillas, no pesa, es muy resistente, sostenible y además de todo… es bonita 🙂

5. Evita las bandejas de plástico en la comida para llevar, especialmente si está caliente, y sobre todo nunca la metas en el microondas. La alternativa a esto es utilizar tu propia fiambrera… ¿te atreves? Yo acabo de estrenar la mía, y a la dependienta le encantó. La taró, llenó sus dos bandejas de comida, y me fui tan contenta. Puedes usar lo que tengas en casa, yo tengo una fiambrera de acero inoxidable de la marca Ecobrotbox, todo un descubrimiento.

Ecobrotbox

Algunos enlaces relacionados

  1. Estudio de agua embotellada en España por el Instituto de investigación biosanitaria de Granada
  2. Ocu – Aguas minerales
  3. Universidad de Michigan – Environmental Health Science Core Center
  4. Fundación Vivo Sano
  5. EDC Free Europe
  6. Proyecto INMA
  7. Hogar sin Tóxicos
  8. Disrupting Food
  9. Aizea
  10. Artículo El Mundo: Plásticos sin Bisfenol A.
  11. Dr. López Heras

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